Y me corté el cabello
Agnódice fue la primera mujer científica de la historia por el 300 AC, pero su nombre era Herófilo. Tuvo que mutar. Rapó su caballera y no quedó un rastro de mujer. Se anuló para estudiar medicina y obstetricia y ejercer la ginecología para cuidar a sus pares. Corremos el tiempo y llegamos al 1889 y Cecilia Grierson, se recibe como la primer médica argentina. Estudió por amor. Si, por amor. No soportó la pérdida de una amiga y no tener repuestas para salvarla. Mató un mito; “las mujeres son especiales como amiga”. La primera en recibir bullying de caballeros de galera y levita en la Facultad de Medicina. Ella solo quería encontrar una repuesta ¿Qué hacer para curar? Sorteó cada genital (óbito) masculino puesto en su banco. Solo quería curar, murió sola, la entrega fue total.
Yo te esperaba en las escaleras de la Facultad
A 131 años de la joven médica recién recibida en la Facultad de Medicina y a siglos de Agnódice el pájaro negro del estereotipo vuela muy alto. Así lo confirma la investigación de CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento) “Políticas públicas para romper con el Círculo Vicioso de las Mujeres en STEM”. Ganan 25% menos que los hombres. Cargan con estereotipos que ni siquiera registran por estar naturalizados. Tres mujeres científicas protagonistas en este 2020 confirman que es así. Para arrancar Soledad Gori Investigadora del CONICET , Bióloga plantean un buen punto; “NO romantizar la maternidad. Una quizás llega con una presión de que tiene que ser madre si o si. En mi carrera pasa que tenemos que viajar a Congresos y realizar pasantías en el exterior y eso es un condicionante para ver si uno quiere ser madre o no. Las licencias de paternidad son un chiste” Las mujeres en Argentina dedican en promedio el doble de tiempo a las tareas de cuidado que sus pares varones, lo confirma Cippec en la premiación L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” en conjunto con el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) que distingue la excelencia científica y estimula la participación de las mujeres
El informe detalla que seis de cada diez universitarias en Argentina son mujeres, pero representan solo 25% del total de quienes estudian ingeniería y ciencias aplicadas, y el 15% de las inscripciones en la carrera de programación. Las niñas y jóvenes se encuentran con barreras para orientarse a disciplinas STEM desde temprana edad: existen estereotipos de género y así lo recuerda la Titular del CONICET Ana Franchi, Química; “De muy chiquita sentí un estereotipo cuando “jugaba al fútbol”. La brecha salarial no es tan fácil de medir en la ciencia, si tenés una categoría igual al varón, ganas lo mismo, el tema es cuánto te llevó a vos llegar a esa categoría.” ¿Será que seguimos subiendo las escaleras de la Facultad entre Galeras y levitas?
Estereotipas. Yo SI. Vos No.
Los estereotipos de género están agazapados. No se ven. Pero en su invisibilidad radica su éxito. Así de fácil lo ejemplifica la Doctora Daiana Capdevila (Premio L’oreal UNESCO)Química, investigadora de CONICET y dirige el grupo de Fisicoquímica de Enfermedades Infecciosas en el Instituto Leloir. Le encontró la vuelta a 200 años de contaminación a la Cuenca Matanza Riachuelo, donde vive el 15% de la población y en su mayoría infancias.” La realidad es que es algo que cuesta darse cuenta . Cuando hilas más finito te das cuenta que hay un montón de situaciones en las que te sentiste fuera de lugar o te hicieron sentir fuera de lugar. Un ejemplo que pasa seguido es que soy una persona bastante ambiciosa y cuando cuento esto, alguien me dice “ajustá tus expectativas” y si un varón dice lo mismo le dicen “qué bien que seas ambicioso”. Que suerte que Capdevila fue ambiciosa por que aporta un poco más de calidad de vida por medio de sus Sensores libres de células para la detección rápida de metales pesados en agua en la “Cuenca Matanza-Riachuelo” que tiene por objetivo poner a prueba un método de evaluación de la calidad del agua.
“El acto más valiente que una puede hacer es pensar por sí misma en voz alta”, decía la intrépida Coco Chanel.
Por Sara Di Tomaso