La Reina de la Primavera, “no era una niña de buenos valores”.
“Yo no me puedo olvidar de nada de Catamarca. Será porque era mamá de una adolescente, me puse en los zapatos de Ada y hasta el día de hoy sigue habiendo una cosa muy entrañable con ella y con Martha” Fanny Mandelbaum
Solo creyó. Soñó. Escribió un poema de amor que no pudo entregar al “Flaco” (el Tula), en quien confió pero fue la llave de la entrada de su muerte. Era una de las cuatro adolescentes que no tenía plata para su viaje de egresados a Villa Carlos Paz (Córdoba) Los machos, su poder y sus falos fueron en su búsqueda. La presa tenía que ser una adolescente. El lugar; el baile en el que se iba a elegir la reina de la “Primavera”, el principio del fin de María Soledad Morales de 17 años. El feudalismo catamarqueño ayudó al crimen. Reinaban los Saadi. La provincia terminó intervenida por el presidente Carlos Menem. Eran los “90”. Fue la primer muerte que quedó simbolizada por ser mujer, que la Argentina no olvidó, pero que no fue la última.
Los Machos
Un cuerpo desnudo, boca abajo al costado de la ruta en Parque Daza de la Ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca es la hoja de ruta de la perversión en estado puro. Al rostro le faltaba un ojo, exhibía un intenso color negro que contrastaba con el resto de la coloración blanca del cuerpo. Para simbolizar aún más el despreció al cuerpo, quemaduras de cigarrillo de pies a cabeza.
“No entres, quédate con el recuerdo de tu hija de la última vez que la viste” le dijo Elias, padre de Soledad, a su mujer Ada, a la salida de la morgue” que solo pudo reconocerla por el recuerdo que tenía de las marcas de nacimiento de su hija en las muñecas tatuadas en su retina.
En Catamarca gobernaba una influyente dinastía política, fundada a mediados del siglo por Vicente Leónidas Saadi. Durante sus 40 años de vida pública este caudillo fue dos veces gobernador y siete veces senador nacional, además de alcanzar la presidencia del partido Justicialista. Considerado por sus amigos “un hábil político” pero por sus adversarios de ejercer nepotismo y atentar contra la independencia de los poderes republicanos.
El asesinato de María Soledad María Morales tuvo un encubrimiento sistemático: jueces sordos, policías ciegos y testigos falsos. La mataron porque era mujer y bajo el velo del poder. Los altos mandos buscaron juzgar la moral de Soledad para no avanzar con la investigación. “Se lo habrá buscado”, “andá a saber qué hizo para terminar así”, “no era una niña de buenos valores”. Pero estos “pretextos” al día de hoy siguen operando para “justificar” las muertes de las mujeres.
Luis Tula y Guillermo Luque, fueron los únicos dos condenados por el asesinato, ambos en libertad, hoy viven en la ciudad. Según contó Fanny Mandelbaum, la periodista que cubrió la investigación durante siete años, “lo que más me dolió fue la noche que condenaron a Luque y Tula y dejaron afuera al resto de los responsables del crimen”, asimismo, expuso que “hace cinco años viajé con Martha (Pelloni) a Catamarca y me dolió mucho cómo estaba Elías Morales (el papá de Soledad que falleció en 2016), porque Elías nunca pudo olvidarse de lo que vio en la morgue, no le permitió a Ada que fuera a reconocer el cuerpo de la hija, le dijo -quédate con el recuerdo de la última vez que Soledad salió de casa-, eso me dolió mucho”
La monja en el poder. Solo la verdad
Hablar es peligroso, mucho más peligroso es callar. Y fue así que se originaron las inolvidables marchas del silencio, encabezadas y apoyadas por la religiosa Martha Pelloni, que hicieron tambalear los cimientos del encubrimiento de hijos y familiares de poderosos.
La monja Pelloni, motor de la causa, no le tuvo miedo a nadie, retó a todas las instituciones en búsqueda de la verdad, aún cuando la Iglesia le encomendó que “tuviera cuidado”. En la última semana lamentó en Radio Am 1220 que “las cosas no cambiaron, porque los femicidios siguen existiendo”. “Esto no queda en María Soledad, son los femicidios que tenemos cada día en nuestro país, en cada provincia, en esto no hemos cambiado en nada, al contrario, cambiado porque se visibilizan, porque la mujer ha salido a organizarse, porque denunciamos”. Paradójicamente, en el aniversario por los 30 años de María Soledad, se conocía otra noticia sobre la muerte de una joven, Ludmila Pretti de 14 años, una más, una más del montón, un cuerpo arrebatado por un hombre y viene a ser parte de ese número: una cada 29 horas. Pasaron 30 años y algunos falos se siguen comportando como taladros que apuntan y matan.
Por Sara Di Tomaso