Crímenes de Familia. YANINA ÁVILA, Vulnerada en la ficción y en la vida real. “No puedo dar información, no me dejan hablar”
YANINA AVILA es Gladys Susana Pereyra uno de los personajes principales de Crímenes de Familia pero invisible para los grandes medios. Conversamos con ella en Tercer Tiempo. Su trabajo es tan natural que es casi la transferencia de su vida personal a la ficción, “solo una toma y ya está, salía así nomas, confirma Ávila, en AM1220, Eco Medios y con escasas palabras asiente, “No puedo dar información. No me dejan hablar”
La ficción es solo la vida misma
Gladys y Yanina tienen mucho en común. Ambas nacieron en Misiones. Madres solteras. Gladys es una empleada doméstica acusada de homicidio agravado por el vínculo, por la muerte de su bebé recién nacido, el desenlace es inimaginable. En la vida real, la actriz, tiene dos hijos. Santiago de 4 años (que trabajó en la película y que no podemos comprobar si fue remunerado) y otro hijo de 9 años. Es “único” sostén de familia en su pueblo 25 de Mayo en Misiones, igual que su personaje Gladys, invocada ante cada reclamo de su patrona, Alicia Urrieta, personificada por Cecilia Roth la cual es citada con gran empatía, “Fue como una madre para mí. Humilde con todo lo que es ella” agrega Ávila.
Ni en el Reparto
Gladys Pereyra es un personaje central en Crímenes de Familia, pero ni siquiera figura en las fotos de reparto. No se enteró que la película se estrenó el 20 de agosto. Tampoco que la producción de Netflix tuvo gran aporte del Estado. Sebastián Schindel dirigió la película, recibió 10 millones de pesos de anticipo del Incaa en 2019 y recibirá otros 6 millones tras su estreno. Parece que poco y nada le llegó a Yanina que sigue viviendo en su precaria casa de 25 de mayo, con sus dos hijos de 9 y 4 años y su madre Norma. Los cuatro duermen en el mismo cuarto, una cocina y un baño. Por ahora solo se sostiene del sueldo que percibe del CIC, Centro Integrador Comunitario donde se encarga de la limpieza. No tiene internet, menos Netflix. Recién pudo ver la película el 28 de agosto por que una amiga la “pudo bajar para que la vea”. Tampoco tiene celular, su mamá Norma le confió a su amiga Claudia, que ya se lo iban a comprar en el Municipio como homenaje a su actuación. En realidad fue una tablet, pero sin internet no la podrá usar.
Un sueño. Un casting. Y la maestra jardinera.
Crímenes de Familia narra la historia de tres mujeres con distintas clases sociales pero con un mismo denominador común: defender a sus hijos a ciegas. Sus protagonistas Cecilia Roth, Miguel Angel Solá, Benjamín Amadeo y Sofía Gala Castiglion. Yanina Avila debería estar citada pero en la mayoría de las noticias está olvidada, quien ya ganó el Premio Sur a la Mejor Revelación Femenina. Schindel, explicó en distintas notas periodísticas que la tuvieron que convencer para que se suba a un avión por primera vez.
Sin embargo una fuente muy cercana a la actriz confirmó que fue Macarena Czernecki, maestra Jardinera y “castinera” como dicen en el pueblo y definida por Ávila como “couch” que la entusiasma para hacer el casting. La eligen. Se suben al avión y se instalan en un departamento de tres dormitorios en el Barrio de Palermo, los tres; Ávila, su hijo Santiago y la maestra Jardinera/ castinera/ couch “muy lujoso dicen que vociferaba la couch cuando volvieron a 25 de Mayo”.
Estiman afectos cercanos que le pagaron a la actríz cerca de $200mil. Cada semana, de las 8 que duró la estadía capitalina, hacían un viaje de 40 minutos para retirar parte del pago. Una duda profunda atravesó mi cabeza; ¿Cuánto le pagaron por la actuación de su hijo? En Prensa de Netflix respondieron; “no cuento con esa información”
“No puedo dar información, no me dejan hablar”
El sueño se rompió cuando regreso a su pueblo de 25 de Mayo. Volvió a su trabajo habitual, del cual pidió licencia (sin percibir haberes) para grabar. Sigue sin internet. Sin Netflix. Sin celular, y con su voz silenciada. Solo monosílabos son los de Avila y una sola excusa. “Perdón, pero no puedo dar información, no me dejan hablar”. La calabaza se rompió antes de las doce, parece.
Por Sara Di Tomaso